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marzo 20, 2010

HONRAR A DIOS EN PALABRA

LO QUE HABLAMOS REVELA NUESTRO CARACTER
Como hemos visto en el articulo anterior, hay muchas formas en las cuales podemos y debemos honrar al Señor, si es que queremos traer gloria a su nombre, a través del ejemplo de nuestras propias vidas. Empecemos por examinar más detenidamente en este artículo, el tema de honrar a Dios en palabra.
          Rendir honor a Dios en palabra quiere decir, hacerlo a través del fruto de nuestros labios, con aquello que sale de nuestra boca. Y esto puede ser de una manera directa o expresa (clara y explícitamente); o bien, de una manera indireta o implícita. (Todo esto lo veremos dentro de un momento).
          Podemos encontrar infinidad de versículos en la Palabra de Dios que nos muestran que boca y alabanza van relacionadas, porque nuestros labios son una vía por la que podemos exaltar a Dios.
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          Veamos, por ahora, solo unos cuantos:
“Sea llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día.”
Salmos 71:8
“Yo alabaré a Jehová en gran manera con mi boca, y en medio de muchos le alabaré.”
Salmos 109:30
Mis labios te alabarán. Así te bendeciré en mi vida.”
Salmos 63:3,4



1. HONRAR A DIOS EN PALABRA DE MANERA EXPRESA O DIRECTA:
          Esto es, cuando proclamamos expresiones o palabras específicas, explícitas o directas de alabanza a Dios con nuestra lengua. Para muestra, solo un botón:
“Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, el único que hace maravillas. Bendito su nombre glorioso para siempre, y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén.”
Salmos 72:18-19
          Ahora bien, cuando se trata de darle alabanza directa al Señor, ésta debe ser exteriorizada. Es decir, tiene que ser expresada con nuestros labios para que sea alabanza a él; sino, sería solo admiración en secreto por Dios. Debe ser vocalizada, es decir, expresada en palabras y sonidos audibles. Inclusive, con fuerte y alta voz y hasta con nuestros gestos y nuestro cuerpo. (Esto último lo veremos con más detalle en otros artículo de este sitio).
          Hay poder en toda palabra lanzada. No es suficiente tener buenos pensamientos y sentimientos acerca de Dios, sino que tenemos que abrir nuestra boca y declararlo, confesarlo.
          Así desatamos poder y hacemos cosas en lo espiritual y en lo físico. Lo oye Dios y también las potestades. Por eso, es la importancia de confesar, proclamar, declarar, publicar la alabanza a Dios y su grandeza.
“La alabanza de Jehová proclamará mi boca; y todos bendigan su santo nombre eternamente y para siempre.”
Salmos 145:21
“Y se levantaron los levitas de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar a Jehová el Dios de Israel con fuerte y alta voz.”
2 Crónicas 20:19



2. HONRAR A DIOS EN PALABRA DE MANERA INDIRECTA:
          Es lógico que no todas las palabras que salgan de nuestra boca durante todo el día, vayan a ser siempre para alabar al Señor expresa y directamente. Estamos en esta tierra y convivimos con otras personas. Tenemos trabajos, oficios y múltiples ocupaciones, en las cuales interactuamos con otras personas, conocidas o desconocidas. Y dentro de todo ello, nos es necesario tratar y hablar de toda clase de temas, según sea el caso.
          Y es precisamente allí, en nuestro diario hablar, que saldrá a relucir el calibre de lo que tenemos por dentro. Es allí en donde tendremos la oportunidad de mostrarnos al mundo como dignos ejemplos de Cristo; o por el contrario, ser de mal testimonio, a través de un mal hablar.
“...Sé ejemplo de los creyentes en palabra..."
1 Timoteo 4:12
          Un hijo o hija de Dios debe comportarse como se comportó y como se comportaría Cristo. Nos dijo al respecto el apóstol Juan:
”El que dice que permanece en él (en Cristo), debe andar como él anduvo.”
1 Juan 2:6
           Y esto tiene que ver con todos los aspectos de nuestro diario vivir. Incluyendo también, nuestro hablar.
          Pedro, el apóstol, era un hombre de pueblo, pescador; seguramente, sin mucha cultura; lo que muchos podrían considerar un hombre del vulgo. Pero luego de caminar durante tres años al lado del Señor Jesús, ese mismo Pedro, otrora inculto, ya había cambiado su manera de expresarse, pues seguía el ejemplo de su Maestro. Y tanto fue así que, cuando llevaron prisionero al Señor y Pedro trató de infiltrarse para ver lo que pasaba (pero sin ser descubierto, pues temía que le apresaran también a él), fue su propia manera de hablar lo que le delató:
“Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.
Mateo 26:73
          Personalmente, pienso que esa “manera de hablar” a la que se refería aquella gente, implicaba más que el simple acento regional que, como galileo, Pedro seguramente tendría (Marcos 14:70). Si se tratase simplemente de eso, entonces el solo hecho de ser galileo no significaba necesariamente que fuese un seguidor de Jesús. Obviamente, habría miles de galileos que no andaban con Jesús.
          Me parece que esa “manera de hablar” que se menciona en este pasaje, se refería más bien a que Pedro había aprendido a expresarse correctamente, como su Maestro. Pero sobre todo, había aprendido de él a utilizar, en su diario hablar, un lenguaje sano, medido, correcto y limpio delante de Dios. Y tal “manera de hablar” seguramente resultaba muy diferente al lenguaje soez, malicioso, malsano y maldiciente que probablemente utilizaban los hombres de pueblo que estaban a su alrededor. Por eso, Pedro resaltó entre aquellas personas, por su manera de hablar.
          Y esto, a tal punto en que, para tratar de despistar a la gente y confundirse entre los demás, Pedro optó por empezar a maldecir; quizás, hasta con palabras soeces. Todo, para que así vieran que él no se expresaba como uno de los discípulos de Jesús y ya no le acusaran más de ser uno de sus seguidores.
“Entonces él (Pedro) comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo.”
Mateo 26:74
          Tengamos siempre en cuenta que podemos elegir rendirle honor a Dios con nuestros labios, de una manera indirecta, aunque no estemos proclamando alabanzas específicas a su persona, precisamente, con nuestra forma de hablar en nuestro diario vivir. A través de ello podemos honrar a Dios; o bien, podemos terminar haciendo todo lo contrario.
“Con ella (la lengua) bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.”
Santiago 3:9-12
“Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina.”
Proverbios 12:18
          Los versículos anteriores nos muestran claramente el contraste del efecto entre las palabras para bien y aquellas para mal; entre las palabras sabias y las necias; entre bendecir y maldecir.
          Durante el día, decimos muchos miles de palabras. Pero, meditemos: ¿cuántas de ellas son para alabar a Dios, tanto a él directamente como para publicar sus grandezas ante los demás?
          Y de las palabras que hablamos que no tienen que ver directamente con Dios, ¿cuántas hablamos en rectitud? O por el contrario, ¿cuántas de nuestras palabras, lo que hacen es deshonrar a Dios? ¿Usamos nuestra lengua para maldecir, acusar, criticar, quejarnos, desalentar, injuriar o hablar otras cosas negativas, que no convienen? ¿Usamos nuestros labios para edificar o para derribar? ¿Para construir o para destruir?
          Creo que un ejemplo para cualquiera de nosotros es Job, quien, pese a sus padecimientos, supo guardar la puerta de sus labios para no ofender a Dios:


"...En todo esto no pecó Job con sus labios."
Job 2:10
"En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno."
Job 1:22
          Y Dios mismo confirmó la integridad de las palabras de Job, cuando amonestó a los amigos de éste:
          Este pasaje anterior nos muestra que el Señor se indigna y se enoja cuando usamos nuestros labios para hablar mal, sin traer honra a su Nombre.
"...Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job."
Job 42:7
          Esto nos muestra que el Señor se indigna y se enoja cuando usamos nuestros labios para hablar mal, sin traer honra a su Nombre.
          Lo que hablamos con nuestros labios dice mucho de nosotros mismos. Debemos hablar cosas sabias, prudentes, de edificación y bendición para los oyentes y para nosotros mismos, guardando la puerta de nuestros labios con temor de Dios. Si así lo hacemos, estaremos también honrando a Dios con los dichos de nuestra boca.
“…Abriré mis labios para cosas rectas. Porque mi boca hablará verdad, y la impiedad abominan mis labios.”
Proverbios 8:6,7
“Abriré mi boca en proverbios; hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos.”
Salmos 78:2
“Con mis labios he contado todos los juicios de tu boca. Hablará mi lengua tus dichos, porque todos tus mandamientos son justicia.”
Salmos 119:13,172
“Y mi lengua hablará de tu justicia y de tu alabanza todo el día.”
Salmos 35:28
“Mi boca publicará tu justicia y tus hechos de salvación todo el día.”
Salmos 71:15
Sean gratos los dichos de mi boca…”
Salmos 19:14
Recordemos que hasta:
“La muerte y la vida están en poder de la lengua…”
Proverbios 18:21
           Y si con lo anterior es así (con algo tan trascendental como la muerte y la vida), ¡cuánto más no lo será con las demás cosas!


3. COSECHAMOS DEL FRUTO DE LO QUE DECIMOS:
          Vemos en el pasaje que sigue sigue a continuación, el marcado contraste entre los labios que hablan lo bueno y aquellos que hablan lo malo; así como las bendiciones y las malas consecuencias de lo uno y lo otro, respectivamente:
“Manantial de vida es la boca del justo; pero violencia cubrirá la boca de los impíosLa boca del justo producirá sabiduría; mas la lengua perversa será cortada. Los labios del justo saben hablar lo que agrada; mas la boca de los impíos habla perversidades.”
Proverbios 10:11,31,32
           Todo esto corrobora otra cosa que nos dijo también el Señor:
“No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.”
Lucas 6:43-45
          Es que lo que abunda en nuestro corazón, eso así mismo saldrá de él; y no solo a través de acciones concretas, sino incluso, esto se revelará en lo que hablamos, en las palabras que salen de nuestra boca.
          Las palabras que no convienen, pueden convertirse un lazo, para mal, de aquel que las dice:
“La boca del necio es quebrantamiento para sí, y sus labios son lazos para su alma.”
Proverbios 18:7
          Hay un poder y una importancia crucial y enorme en lo que hablamos. Las palabras no "se las lleva el viento", como algunos dicen por ahí. Bien dijo el Señor Jesús:
"Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado."
Mateo 12:36-37
          Por ello, guardemos con temor y temblor nuestra boca, y conservémonos para Dios.


4. GUARDAR NUESTROS LABIOS EMPIEZA POR UN ACTO DE DECISIÓN:
          El guardarnos en integridad de labios para Dios, pues empieza, primeramente, por un simple acto de decisión:
“…He resuelto que mi boca no haga transgresión.”
Salmos 17:3
“Yo dije: Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca con freno.”
Salmos 39:1
Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios.”
Salmos 141:3
Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios.”
Proverbios 4:24
Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño.”
Salmo 34:13
          Ahora bien, si en nuestro corazón lo que abunda es gratitud y alabanza a nuestro Dios, pues eso es lo que saldrá de nuestros labios, y por cierto, con toda facilidad, pues:
“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.”
Lucas 6:45
La boca del justo habla sabiduría, y su lengua habla justicia. La ley de su Dios está en su corazón; por tanto, sus pies no resbalarán.”
Salmo 37:30-31
Plata escogida es la lengua del justo…”
Proverbios 10:20
“Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él…”
Proverbios 23:7
          El don del habla es un regalo que nos ha concedido el Señor. Los que tenemos voz para hablar y para comunicarnos debemos agradecer a Dios por tal privilegio, que muchos otros no tienen.
          Y cuánto más aquel que tiene el aún mayor favor de contar con una voz digna de un cantor; pues debe usarla para gloria del Señor:
“Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre.”
Salmos 30:12
“A Jehová cantaré en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva.”
Salmos 104:33
          No debemos hablar cosas vanas. Ya sea al hablar o cantar, el sonido que salga de nuestra boca debe ser para edificación y para cosas positivas; para alabanza y gloria de Dios, pero nunca para lo contrario.
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes...Quítense de vosotros toda… gritería y maledicencia...”
Efesios 4:29,31
“...de la abundancia del corazón habla la boca.”
Lucas 6:45
          Del verso anterior se desprende que de nuestros labios brotará genuina alabanza al Señor, solo si ésta abunda en nuestro corazón. Si esto es así, nuestra alabanza fluirá como fresca inspiración:
“Rebosa mi corazón palabra buena; dirijo al Rey mi canto; mi lengua es pluma de escribiente muy ligero.”
Salmos 45:1

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