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mayo 08, 2010

LA FAMILIA en el orden de prioridades de la vida (3a Parte)

EL BIENESTAR DE LA FAMILIA: EL SUSTENTO FAMILIAR.
Tal como mencionamos en artículos anteriores de esta serie, atender correctamente la prioridad familia va a involucrar, de manera inherente e indefectible, la responsabilidad ineludible de atender todos los aspectos concernientes al bienestar familar. Y una piedra angular de ello es el sustento familiar.
          Es decir, la forma en como los cabezas del hogar suplen las necesidades físicas, naturales y materiales de su familia. Entiéndase básicamente por esto, el trabajo, empleo, ocupación o como queramos llamarle. O sea, aquella actividad de la cual derivamos el sustento material y económico para nosotros y los nuestros.
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1. TRABAJAR PARA EL SUSTENTO FAMILIAR:
          A los padres les corresponde, primeramente, velar por el bienestar y provisión de su familia.
          Pero esta responsabilidad de procurar el sustento familiar no solo va para aquellos que son cabeza de la familia; sino que también es extensiva a todos aquellos que, como parte de la familia, brinden soporte económico a las personas con quienes viven.
          Tal puede ser el caso de hijos adultos que trabajan, pero que aún viven bajo el techo de sus padres y que aportan a las necesidades económicas de su familia. Algunos de estos, incluso, debido a circunstancias de la vida, son el único sostén del hogar.
          También hay padres o madres viudos, así como abuelos y abuelas ancianos que dependen únicamente de sus hijos o nietos para el sostén económico; aún y cuando no vivan bajo el mismo techo que éstos.
          En todos estos casos, la prioridad concedida al sustento familiar debe ser atendida responsablemente por los encargados de ella, siendo que ya esté conformada de esa manera el balance económico de un hogar y de nuestros seres queridos.
          Ahora bien, esa responsabilidad concerniente al bienestar familiar también va más mucho más allá de lo que hemos citado hasta aquí. El bienestar familiar no solo implica que el o los adultos responsables del hogar traigan el sustento a la casa. Todos en casa tienen algo que cumplir.


2. LA LABOR DE LAS AMAS DE CASA:
          Un ama de casa (aunque no devengue un salario, producto de un empleo), también tiene que atender su hogar, tal como si fuese un empleo remunerado.
          La atención de su casa y de los miembros de su familia (con todo lo que ello involucra) es, en su caso, una gran responsabilidad; tan significativa e importante (y quizás, más) que cualquier empleo remunerado fuera del hogar.
          El cumplir responsable y adecuadamente con esta responsabilidad es el aporte de esa ama de casa al sustento de su hogar; porque esto se traduce, directa o indirectamente, en beneficios de todo tipo (incluyendo económicos) para el núcleo familiar.


         
3. TODOS EN LA FAMILIA TIENEN RESPONSABILIDADES QUE CUMPLIR:
          El bienestar de la familia, en su correcto orden, involucra además que todos y cada uno de los miembros del hogar atiendan responsablemente todas sus prioridades y cumplan con la parte del trabajo que les corresponde, dentro del círculo familiar.
          Procedo a explicarme.
          En realidad, un estudiante (llámese de escuela primaria o básica, secundaria o universidad) tampoco está excento de esta prioridad de contribuir, con su deber, al bienestar de su familia. Y ese trabajo que tiene que cumplir son sus estudios.
          No importa si es un niño o un adolescente. Este hijo o hija debe comprender que, aunque no tenga un empleo ni sea su responsabilidad directa contribuir monetaria o económicamente con el sustento familiar; pues, en su caso, es su responsabilidad ineludible atender su preparación académica para el futuro.
          Además, ese estudiante tener en cuenta que se está destinando parte de los recursos familiares para proporcionarle esa educación. Por tanto, descuidar su responsabilidad al respecto sería incurrir en afectar indirecta, pero negativamente, la economía del hogar.
          En este caso, tal como sus padres trabajan y traen el sustento al hogar, la responsabilidad de ese hijo o hija son sus estudios. Y como tal, debe concederle a esta prioridad una importancia similar a como si se tratase de un trabajo remunerado.



          A menos que tengamos cientos de miles de dólares en un banco y nos sustentemos únicamente de los intereses de ello devengados, sin necesidad de trabajar regularmente, es que podríamos eliminar de nuestra lista esta responsabilidad concerniente a un trabajo que nos proporcione el sustento para el hogar. Aún así, hasta los millonarios tienen negocios e intereses económicos que atender y que le implicarán tiempo y dedicación.
          Otro caso de los excentos de esta responsabilidad de trabajar serían aquellas personas que ya están retiradas o jubiladas, así como quienes reciben algún tipo de pensión o indemnización.
          Éstos ya no trabajan para ganar su sustento diario, puesto que merecidamente se ganaron el privilegio de retirarse, después de muchos años de arduo trabajo.
          También, en el caso de que usted viva del ministerio (es decir, que del trabajo que realiza para Dios es que devenga su salario y sustento para usted y los suyos); entonces sus prioridades de trabajo y de servicio a Dios serán una sola y la misma.
          Solo que lo anterior no es así para una gran parte de quienes, de una u otra forma, servimos al Señor en su viña. La gran mayoría de nosotros, además de servir al Señor en uno u otro ministerio, tenemos otras prioridades que atender: llámese un trabajo secular, algún tipo de estudios académicos, o la atención del hogar, entre otras cosas.



          Según hemos visto, dependiendo de cada individuo, esta prioridad concerniente al bienestar y estabilidad de la familia puede representar diferentes cosas: desde un empleo, estudios, hasta la atención del hogar y de la familia. Pero, sea cual fuere, son responsabilidades que necesitamos atender y darles solución, las cuales no podemos pretender pasar por alto. En otras palabras, son nuestras responsabilidades ineludibles.
          Dado que el bienestar de la familia (sea el caso que fuere) involucra de manera directa la provisión, seguridad y/o estabilidad de la “prioridad familia”, no podemos relegarlo a otro lugar. De llegar a descuidar el sustento familiar, estaríamos descuidando el bienestar directo y concreto de nuestros seres amados, así como nuestro propio y necesario bienestar.



4. "¿PARA QUÉ ESTUDIAR Y PREPARSE, SI CRISTO VIENE PRONTO?"
          Aunque algunos no lo crean, ese pensamiento se extendió en las iglesias cristianas, hace ya bastantes años. Muchos descuidaron su responsabilidad de trabajar, o desaprovecharon  las oportunidades de estudiar, por querer dedicarse a servir en la obra de Dios. Y sé que algunos creyentes que tengan ya varias décadas de haber venido a los pies de Cristo, podrán recordar esto y corroborar lo que digo.
          A finales de la década de los setentas y comienzos de los ochentas surgió cierta corriente de pensamiento entre el pueblo cristiano (principalmente entre la juventud), que los llevaba a dejar de preparase secularmente; amén de que Cristo venía pronto y que no había que "desperdiciar" el tiempo estudiando. Igualmente, otros pensaban que la manera "más correcta" de servir a Dios era haciéndolo a tiempo completo y desde un púlpito. Así que "lo más apropiado y espiritual" era desligarse de las muchas "ocupaciones terrenales" (como estudios y empleos) para tener así más tiempo para servir a Dios. Y toda esa corriente de pensamiento llegó a ser avalada y hasta incitada por ciertos predicadores desde los púlpitos.
          Durante esa época, algunos cuantos en las iglesias consideraban como "poco espirituales" o "algo carnales" a aquellos cristianos que se preocupaban en prepararse académicamente para una carrera, a un nivel superior o universitario. Según tal pensamiento extremista, eso era algo así como "desperdiciar el tiempo, habiendo tanto que predicar y tanto que hacer en la obra del Señor".
          Quienes se dejaron llevar por ese pensamiento, se abstenían de seguir sus estudios y encaminarse a una carrera superior. Otros, dejaban impulsivamene sus empleos o trabajos seculares para dedicarse a vivir del ministerio (solo que Dios no los mandó a todos a hacerlo). Todo, bajo la errónea creencia de que para servir realmente a Dios había que hacerlo a tiempo completo; o inclusive, que la manera más adecuada o correcta de hacerlo era desde un púlpito (ya fuera predicando o cantando).
          Así, hubo una ola de creyentes que abandonaron sus estudios, la universidad e inclusive algunos, hasta sus empleos, para dedicar más tiempo a servir a Dios (cosa que no en todos los casos era lo indicado). O quizás, el Señor sí los había llamado a tal cosa, solo que ellos se adelantaron al tiempo de Dios, procediendo impulsivamente.
          Es cierto que muchos de ellos fueron impulsados por un ferviente y sincero deseo de servir de lleno al Señor; solo que estaban mal adoctrinados y desenfocados.
          Pero por otro lado, tampoco faltaron álgunos "frescos" o irresponsables que se escudaban bajo el precepto de "¿para qué trabajar, si eso nos quita el tiempo que podemos utilizar para servirle a Dios?" Y entonces, ni trabajan en un empleo, ni tampoco cumplían seriamente la obra de Dios. Andaban semi errantes, brincando de aquí para allá, y de casa en casa, a ver quién los hospedaba y los mantenía; mientras ellos "hacían la obra de Dios", sin llegar a mostrar un verdadero fruto de ello.
          También, otro eslogan que a algunos les resultaba muy cómodo y les servía como excusa a la mediocridad era: "ya para qué prepararse y seguir estudiando, si Cristo viene pronto". Este bastión lo tomaban aquellos cristianos que no querían esforzarse en prepararse académica ni profesionalmente.
          Producto de toda esa corriente errónea de pensamiento, muchos creyentes quedaron con carreras y oportunidades truncadas. Ellos cayeron en el extremo equivocado.
          La Biblia nos cuenta algo parecido que sucedió con ciertos creyentes de la iglesia de Tesalónica. Y el apóstol Pablo los reprendió duramente por ello, afianzándoles la enseñanza del deber de trabajar:
"Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros. Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis. Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan. Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien. Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se averguence. Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano."
2 Tesalonicenses 3:6-15
          Es cierto que para muchos los planes de Dios son que trabajen a tiempo completo en su obra dejándolo todo. Mas de ser así, él mismo los respaldará. Bien dice la Escritura:
"Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario."
1 Timoteo 5:17-18
          Para muchos de sus hijos, Dios tiene dispuesto que le sirvan a tiempo completo en un ministerio. Pero para muchos de éstos, quizás ello no sea necesariamente de inmediato; sino para un tiempo después, para más adelante. En ese caso, valdría la pena prepararse espiritual y secularmente hasta que llegue ese momento, ¿no?
          Tampoco descarto que la voluntad de Dios para algunas personas específicas sea que dejen sus estudios, su empleo secular o incluso su tierra para servirle de lleno al Señor en otro lugar. Pero, obviamente, esto no va a ser así para todos. Cada caso es distinto. Solo el fruto que veamos a traves del tiempo en un futuro nos indicará cuán acertadamente esas personas dieron o no ese paso. Como dice el refrán: “el tiempo dirá”.
          Para otros tantos, la voluntad de Dios para sus vidas igualmente podría ser prepararse y convertirse en profesionales prósperos que (con sus bienes, recursos o con la capacidad, talentos y habilidades desarrollados por su profesión) contribuyan fielmente, en un futuro, a la obra de Dios.
          Solo el Señor es quien lo sabe todo. Así que busquemos su voluntad y bendición en todo lo que vayamos a emprender y no actuemos en base a impulsos emotivos. Es importante discernir que:
          Todos estamos llamados por Dios para servirle de una u otra manera; mas no todos somos llamados a dejarlo todo para trabajar en la obra de Dios
          No todos son llamados por Dios a trabajar en su obra a tiempo completo. Pero todos sí podemos trabajar para el Señor en diferentes esferas y en aquello para lo cual él nos haya capacitado, y con los talentos y recursos que él nos permite desarrollar.
          Si no somos llamados a dejarlo todo por la obra del Señor, y aún así nos lanzamos en esa dirección (ya sea por amor a Dios, por fe impulsiva o por simple emoción), entonces lo más seguro es que encontraremos muchos tropiezos. Y no me refiero a los problemas y tribulaciones que van a venir a todo aquel que sirve a Dios. Sino a los grandes tropiezos que nosotros mismos nos habremos buscado, por no actuar con sabiduría, ni guiados por Dios, en cuanto al tiempo y dirección a tomar.
          Volviendo al punto del deber de trabajar, pienso  que el descuidar esas responsabilidades ineludibles (especialmente para aquellos que llevan el sostén económico a su familia o de aquellos bajo quienes está la responsabilidad del bienestar de ésta), implica una tremenda irresponsabilidad. Quien tal hace y no cuida de su familia estaría atentando de manera directa contra el bienestar y la seguridad de los suyos, responsabilidad que el Señor ha depositado en sus hombros. Bien explicado lo dejó el apóstol Pablo, cuando dijo:
“Manda también estas cosas, para que sean irreprensibles; porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.”
1 Timoteo 5:7-8
          Por eso, el trabajo (en los casos en que de allí depende el sustento) va ligado directamente al bienestar de la “prioridad familia” (la cual debe ir antes que el ministerio que desempeñemos para Dios). La prioridad que merece nuestra familia y por tanto, todo lo que implique el bienestar de ésta no debe ser suprimida o relegada por ninguna causa; ni siquiera por la obra del Señor.
          ¡¡¡¡¿Cómo?!!!!, dirán algunos. Nótese que nunca dije ni siquiera"por el Señor”; sino que dije ni siquiera "por la obra del Señor”. Aunque suena parecido, no es la misma cosa.
          Bueno, si quiere saber a qué me refiero, le invito a que siga viendo en el siguiente artículo de esta serie, el cual se titula "El servicio a Dios (2 Parte)".

También puede ver:
La familia (1a Parte)
La familia (2a Parte)
El servicio a Dios (1a Parte) - El balance Familia-Ministerio

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