Hoy es - ¡Este es el día que hizo el Señor!

febrero 02, 2010

PREPARARSE ANTE IMPREVISTOS y ministrar sabiamente

GUARDANDO UN AS BAJO LA MANGA
Cuando vamos a ministrar durante un tiempo congregacional de alabanza y adoración a Dios, sería útil que contásemos (como reza un adagio popular) con "un As bajo la manga" (esto, en sentido figurado, claro está).
          Un diccionario define esta expresión como: "tener reservada o guardada alguna cosa o alguna idea, para usarla, en caso de necesidad". En otras palabras, diríamos que es contar con un "Plan B", en caso de que falle el "Plan A".
          Ya que la vida no es perfecta, muchas veces podrá suceder que, aún y cuando hayamos hecho todo lo que está de nuestra parte por prepararnos bien, pueden surgir inconvenientes y errores (a veces pequeños y otras veces, muy grandes y notorios) que escaparán de nuestro control.
          Aún así, esos desafortunados imprevistos no nos deben tomar desprevenidos del todo, sino que hemos de procurar estar preparados para afrontarlos de la mejor manera posible. >>>
          Si eso sucede cuando estamos al frente en un altar, pues debemos pedir al Señor la capacidad de poder salir adelante y airosos, triunfantes; es decir, de poder “salvar la situación”. Recordemos además que la gente que nos está viendo es muy inteligente y podrá notar cuando algo extraño esté sucediendo; aún y cuando no capte con exactitud qué es lo que está pasando.
          Es que son tantas las cosas que pudiesen llegar a ocurrir durante un tiempo de alabanza y que escaparán de nuestro control. Y esto, tanto si estamos al frente dirigiendo, o si somos parte de las voces de coro o fondo; o si somos músicos, o si somos sonidistas. Sea como fuere, cualquier cosa podría pasar.
          Veamos un poco de todo esto:


 1. CUANDO ALGO NO ANDA MUY BIEN
          Como mencionamos arriba, muchos inconvenientes pudieran surgir en plena ministración musical. Solo como muestra, un botón (y no cito ejemplos hipotéticos, sino que varias de todas estas cosas me han sucedido a mí misma o las he visto suceder en otros). Veamos:
Por lo general, lo más común son los desperfectos técnicos.
          Entre éstos puede darse el caso de que una bocina o amplificador se dañe; que nos quedemos sin energía eléctrica; que el micrófono nos falle o esté haciendo "feedback". Y si es inalámbrico, que se le agote la batería o que una modulación de un teléfono celular haga interferencia, etc. O si somos músicos, que se nos rompa una cuerda de la guitarra o del bajo; que el teclado o piano electrónico se "tildee" y de pronto "se congele", se desconfigure y se desprograme. En otro caso, que se nos rompa un "cuero" o membrana de algún tambor; que se nos parta o salga "volando" uno de los bolillos de la batería mientras tocamos, etc.
Otras veces, son errores humanos.
          Por ejemplo, que los sonidistas (quienes están controlando todo el equipo de sonido) no han configurado, ajustado o ecualizado bien el sonido. Quizás, a raíz de ello, no tenemos un buen monitoreo de nuestra voz o de nuestro instrumento. Y por ende, se nos dificulta cantar o tocar, porque nosotros mismos no nos podemos escuchar nítidamente. Entonces, si se está cantando, uno termina gritando y desgastándose la voz. Y si se está tocando un instrumento, es más difícil tocarlo con fluidez, porque no distinguimos con claridad qué es lo que estamos tocamos.
          Otras veces, resulta que si estamos dirigiendo al frente, escuchamos más fuertemente la voz de otro que esté cantando con nosotros como voz de coro o de apoyo; pero no nos oímos a nosotros mismos; y entonces todo eso se presta a confusión. O también, cuando no existe una buena ecualización de los equipos, instrumentos y micrófonos, entonces se genera mucho ruido ambiental descontrolado, bajo el cual es difícil trabajar. Inclusive, si la propia acústica natural del lugar está operando en contra nuestra, tendremos también otra clase de problemas.
Y qué decir de cuando nosotros mismos somos los que cometemos la equivocación.
          Digamos, que se nos olvidó parte de la letra de una canción; o si no, que confundimos un fragmento de su melodía con la melodía de otra canción, y no podemos hilar bien lo que cantamos. Por ello, es preferible contar con un respaldo escrito (en papel), aún por muy bien que nos sepamos una canción y sin importar cuántas veces en la vida la hayamos cantado. Y lo mismo va para los músicos: podría ser conveniente contar con un respaldo escrito de los acordes de la canción, si es que no la dominan o no la conocen bien.
          Y digo esto acerca de tener a mano un respaldo escrito, personal, ya que a veces, aunque contemos con algún tipo de "teleprompter", o "data show" o de retroproyector, no podemos confiarnos del todo de estos aparatos, pues todo los elementos técnicos están sujetos a fallar en un momento dado.
          Además y por lo general, estos tipos de ayudas visuales son manejados por otras personas, y no por nosotros, que estamos cantando o tocando. Entonces, resulta que a veces nos ponen la letra de otra canción que no es la que estamos interpretando; o incluso, aunque nos pongan la letra de nuestra canción, no nos van presentando exactamente la parte que necesitamos leer en el momento dado, sino otra parte.
          También sucede el caso de que los músicos que van a acompañar al cantor, pues simplemente se confunden y le dan a éste otro tono como punto de partida para cantar; tono éste que no es el apropiado del cantor o no es aquel en el cual se había practicado previamente una determinada canción. O también puede ser que no le dan el rirmo y/o el compás adecuado a la canción; o bien, que algún músico se confunda y toca diversas notas y/o acordes inapropiados a la melodía de dicha pieza musical.
          En otros casos, también puede suceder que aunque se haya practicado todo perfectamente, con el grupo musical completo, pues resulta que, a la hora de la hora, algún músico falta y otro debe tomar su lugar. Y por cosas de la vida, coincidentemente, ese que va a suplir al que faltó, pues no sabe tocar la canción que se había ensayado. Así, hay que cambiar lo preparado
          Todas esas cosas son "gajes del oficio". En cualquier momento los equipos o instrumentos se pueden dañar. Cualquiera puede equivocarse y cometer errores. Pero sea como fuere, todos los que están ministrando y, en especial, aquella persona que esté al frente, debe saber cómo lidiar con todo ello; de manera tal que no se hagan notorios tales inconvenientes, teniendo la capacidad de salir adelante, y conservando aún una correcta actitud.
Además de los errores técnicos y humanos, hay también otra fasceta que no podemos ignorar, y es el movimiento espiritual negativo que se puede estar dando tras la ministración.
          Recordemos que el diablo odia que alabemos y adoremos a Dios y tratará de entrometerse, sembrando apatía, confusión o cualquier tipo de distracción que entorpezca el fluir de la alabanza y la adoración a Dios. Por ello, debemos pedirle al Señor discernimiento y su unción para que obremos de acuerdo a lo que él nos indica y deshacer así las obras de las tinieblas.
"...y el yugo se pudrirá a causa de la unción."
Isaías 10:27
          Si le damos el lugar correcto al Señor, él se encargará de derribar las artimañas del maligno.
"...Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo."
1 Juan 3:8



2. CONSERVANDO SIEMPRE UNA BUENA ACTITUD
          Dependiendo de la actitud que tomemos ante cualquier tipo de imprevistos, ese mal momento puede tornarse en bendición; o por el contrario, causar un impacto muy negativo en las personas.
Es precisamente en  las situaciones imprevistas que se va a probar nuestra preparación, madurez, sabiduría y carácter; a tal punto que nuestra reacción o respuesta ante tal o cual situación puede marcar la gran diferencia.
          Solo como un simple ejemplo: más de una vez he visto a músicos, cantantes y aún a predicadores, poner muy mala cara cuando no tienen un buen monitoreo (o sonido de respuesta) de su instrumento o de su micrófono; o si el sonidista no le ha ajustado su canal al volumen o ecualización que a éste le agrada.
          Personalmente, pienso que se ve muy feo que alguien que, segundos antes estuvo sonreído y feliz, con su manos levantadas al cielo y diciendo melodiosamente: “Alabado sea el Señor”; pues cambie instantáneamente su semblante, se le borre la sonrisa, tuerza la boca, frunza el ceño, menee la cabeza y exija, con voz áspera y en tono grosero, que le suban su micrófono o su instrumento. Y luego, una vez, controlada la situación, vuelve a “transformarse” y a seguir alabando a Dios, "con voz y semblante angelical" y una gran sonrisa.
          A mi parecer, su pequeña mala actitud en respuesta ante dicha trivial situación o inconveniente, tiró por tierra la genuinidad del carácter de ese ministro y la genuinidad de su alabanza a Dios; restándole, ante los presentes, autenticidad y hasta autoridad en lo que siga haciendo de ahí en adelante.
          Igual sucede cuando un músico o la orquesta se equivoca en algo, y el cantante que está al frente no puede ocultar (ni siquiera, disimular) su actitud de desagrado ante lo sucedido. Ello no se ve nada bien y lo que consigue es hacer más énfasis en el error cometido. Puede que no todo el público haya notado la equivocación, pero ese cantante malhumorado se ocupó muy bien de que ésta se hiciera notoria; ya sea por sus palabras o simplemente, por sus gestos y malas actitudes. Hemos de recordar, como dicen por ahí, que "la ropa sucia se lava dentro de la casa". Así, los errores del grupo no deben ventilarse en público.
          Existen formas muy corteses de decir y de pedir las cosas. Incluso, conservando una sonrisa al hacerlo (aún cuando muy dentro de usted, quisiera apretar por el cuello al hermanito o hermanita que le causó tal o cual inconveniente). Sin importar cuán incómodos nos sintamos en un momento dado, debemos mantener el respeto hacia nuestros compañeros y colaboradores y no perder la compostura; mucho menos, frente a un público y cuánto más, en un altar de Dios.
Tengamos muchísimo cuidado en cómo decimos o pedimos las cosas cuando estamos en un altar.
           Hay algo muy importante y es poder sobrellevar esas situaciones de inconvenientes con buen humor y aún más, saber reírse de uno mismo.
          Esto no significa que vayamos a hacer una burla o un chiste de los errores que se suceden; sino que tengamos la capacidad de asimilar los hechos (tanto inmediatamente como posteriormente - no quedarnos con "la espina clavada") sin perder nuestro buen semblante y el ánimo alegre.
          Es más, una buena actitud ante un desperfecto o ante un error humano puede, tal vez, convertir una falta garrafal en algo pasajero; que inclusive, hasta pudiese resultar jocoso y servir para romper el hielo.
Pero sobre todo, una correcta actitud ante las situaciones imprevistas va a dejar en alto nuestro carácter cristiano y puede servir de buen ejemplo a los demás.
          En todas esas situaciones, me parece que también puede resultar muy válida la premisa aquella del teatro, que dice que “el espectáculo debe continuar”. En nuestro caso, aunque no se trata de un espectáculo, como tal, sí es cierto que, sin importar lo que pase, el Nombre del Señor debe continuar siempre siendo exaltado.
"El es el objeto de tu alabanza, y él es tu Dios..."
Deuteronomio 10:21



3. LOS HERMOSOS IMPREVISTOS DE DIOS
          Por otro lado, tambièn está la parte buena de los imprevistos: cuando Dios toma el control y toca y hace como él quiere hacer. Entonces, debemos saber dar lugar al mover del Señor. Pero ello no significa desorden, pues Dios es un Dios de orden. Aún así, debemos saber cómo comportarnos ante tales situaciones.
"...Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios."
2 Crónicas 5:14
          Se nos narra en este pasaje (2 Crónicas, capítulo 5) que cuando Israel trasladó el arca de Dios al templo de Salomón, que se había inaugurado, los levitas, conjuntamente con todo el pueblo, elevaron alabanzas a Dios. Mientras lo hacían, la presencia de Dios descendió en forma de una nube que llenó toda la casa, tomó posesión de ella y también el control. Y esto a tal punto, que los levitas ya no podían ministrar, "por causa de la nube"; es decir, por causa de la presencia misma de Dios en ese lugar.
A eso es a lo que yo llamaría "los hermosos imprevistos de Dios": cuando el Señor mismo desciende a su pueblo y hace como él solo quiere y puede hacer. Entonces, hemos de echarnos a un lado y dejar que Dios haga "lo suyo". Cuando intentamos intervenir allí, lo que podemos es terminar estorbando las cosas divinas.
          Y cuando hablo de "dar libertad" al mover de Dios y "permitirle" a Dios que obre como él quiera, no me refiero a que nosotros, simples humanos, tengamos el poder, por así decirlo, de detener a Dios. Nada más descabellado. Usted y yo sabemos que eso es imposible.
          Pero también es cierto que nuestro buen Señor, siendo el Todopoderoso, el Omnipotente Rey de reyes y Señor de señores; aún siendo Quien es, también es todo un Caballero. No obliga a nadie ni se impone en nosotros.
Dios llega a donde le quieren recibir; y toma el control en donde se lo entregan a él.
          Pero si insistimos en "señorear" nosotros sobre determinada situación, entonces el Señor se hará a un lado y nosotros perderemos una hermosa oportunidad de disfrutar de su presencia y bendiciones.
Cuando el Señor toma el control de un tiempo de ministración, los ministros de alabanza deben saber cómo conducirse, dando libertad al mover de Dios, pero sin caer ellos en el desorden.
          Si Dios toma el control de la ministración y es necesario, por ejemplo, extender el tiempo de alabanza y adoración (contando con el aval del pastor o del líder encargado de ese servicio); pues entonces, hemos de saber cómo continuar y, de ser necesario, contar con un repertorio más amplio y echar mano de éste. Y esto, siempre dejándonos guiar por la dirección del Señor.
          Menciono, solo como ejemplo de hace años a una joven que estaba dirigiendo el tiempo de alabanzas a Dios en un culto en una iglesia y el Señor la tomó y empezó a girar y girar y girar y terminó en el piso, tocada por Dios. Otro de los que estábamos en el altar tuvo que seguir adelante, pues alguno (humanamente hablando) debía seguir al frente, para que no surgiera ningún tipo de desorden o confusión.
Cuando la presencia de Dios desciende en un lugar, cosas sobrenaturales comienzan a suceder. Cuando la gloria de Jehová llena su casa o el recinto (sea cual fuere) donde se le esté rindiendo honor, al igual que cuando llena nuestras propias vidas, pues el hombre pierde el control y lo toma el Señor. Es entonces cuando vemos la gloria de Dios y ocurren maravillas; pues es tan solo Dios quien puede obrarlas y no el hombre. Si el hombre dirige y controla, pues obras humanas veremos. Pero si es Dios quien dirige y controla, entonces veremos sus obras divinas.
          Por ejemplo, he visto cómo, en medio de la alabanza y adoración a Dios, los espíritus inmundos dentro de alguna persona presente en el lugar, no pueden resistir la presencia del Señor y entonces se manifiestan. Un ministro de alabanza debe saber cómo reaccionar ante tales situaciones, si ello sucede cuando la dirección de ese tiempo de ministración esté a su cargo.
          En otros casos, las personas empiezan a caer al suelo, a danzar, a ser sanadas; se rompen las cadenas y reciben liberación; todo, al manifestarse y tomar control la hermosa presencia del Señor. Incluso surge también la palabra profética, palabra de ciencia y otras manifestaciones divinas.
          El ministro de alabanza debe estar preparado para entrar dentro de ese mover y fluir de Dios; es decir, a "seguir la corriente" divina, y no terminar "nadando en contra de ella".
En fin, no sabemos qué pueda ocurrir en un caso dado en medio de un tiempo congregacional de alabanza y adoración a Dios. Por eso, todos los que estén en un altar deben ser idóneos para saber cómo conducirse ante las situaciones que se puedan dar (tanto aquellas de índole natural, como las espirituales).
          Para eso, debemos tener "ejercitados nuestros sentidos" y no pretender reaccionar solo con nuestro intelecto humano y habilidades personales:
"Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie."
1 Corintios 2:14,15
"...han alcanzado madurez...que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal."
Hebreos 5:14


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